jueves, 5 de junio de 2008

El hombre en (de, a ) la Luna

Cuando el hombre caminó sobre la Luna, si tal cosa ocurrió en realidad, surgió entre cada uno de nosotros la necesidad de sobrepasar nuestros limites naturales. Recuerdo cuando nos dijeron, “Hoy es el principio de nuestra felicidad” y yo imaginaba un mundo dominado por la razón, un mundo feliz, un mundo en que el hombre liberaba al hombre.

Un día la razón me dijo que era necesario cambiar el orden en que las cosas se encontraban, porque nos generaban la angustia permanente de no saber hacia donde nos dirigíamos. Todos sabemos lo angustioso de caminar en medio del bosque en una noche sin luna, o al menos creemos saberlo, porque yo nunca lo he hecho. Me empeñé en la tarea de diseñar un mundo nuevo, cree para el plazas, bibliotecas, hospitales y cuanto fuera necesario, pensé en como subsistiríamos, y encontré la manera, pensé en cual era la causa de nuestros pesares, y la eliminé.

Cuando acabe mi obra, corrí, corrí con desesperación hacia donde todos corremos cuando tenemos cosas que decir, y que todos quieren escuchar, hacia dentro de mi mismo. Eso me volvió a llenar de las inseguridades que siempre nos embargan, cuando creemos descubrir algo tremendo. Me cuestioné ¿Galileo, Newton o Darwin, tuvieron miedo de gritar al mundo su verdad?

Una fuerza insospechada brotó de mi corrí hacia la calle, grité a los cuatro vientos lo que había descubierto…y una bala certera me atravesó el corazón, caí desvanecido por el impacto. Meses después comprendí lo que pasó y se lo relate a usted señor.

- ¿Como? Yo a usted no lo conozco, y por lo demás usted me parece un simple loco.

Y esa fue la segunda bala que trastocó mi corazón, desde allí vago sin memoria por los rincones del mundo, esperando que alguien tome mi corazón y le de un aliento vital.

EHD

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