
Octavio Avendaño (2002), señalaba que durante los años noventas el problema de la disparidad de la estructura económica y la política, había girado en torno a su eje, es decir, el problema de la época post-dictadura no se encontraba en lo económico (Tasas de crecimiento de 7%), sino que en un retraso de la organización política, que explicaba en la existencia de enclaves autoritarios, y su influencia de grandes cuotas de poder, en diferentes ámbitos de la vida nacional.
Para el siglo XXI Chile se presenta de una manera algo similar, aun existe el problema de la desigualdad en la distribución, que no solo representa un problema económico, sino que se expande a todos los ámbitos de lo social. Por otra parte el poder político sigue organizado de formas similares a la de los últimos 100 años. Lógicamente, el desarrollo aun no se alcanza, y con un modelo que mira hacia afuera, menos, pero existe un nuevo elemento a ser considerado, los sujetos en el modelo, participan en el, pero no son elementos constitutivos, el que resulta aparecer excluyente, ajeno y permanente. Parece ser que el problema no solo ha dado un giro esta vez, como dijo Avendaño, sino que ha cambiado de posición, y se nos hace invisible.
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